16 diciembre 2007

La ola

si cada vez que vienes
me convences, me abrazas y me hablas de los dos....
y yo siento que no voy
que el equilibrio es imposible
cuando vienes y me hablas de nosotros dos,
no te diré que no
yo te sigo porque creo que en el fondo hay algo.


La manta escondía entre sus fibras
el mapa del tesoro
Hacía frío, o no, la manta me llama
ese sofá tan incómodo, yo arrebujada
y te acurrucas en la otra orilla, allí, lejos
donde el peligro no vara
y hablas, no te escucho
los cuerpos se mezclan
y reencuentro partes de mí perdidas
tu piel extendida como una red,
la manta cómplice arropa
esa fusión de anzuelo incontenible y
sólo soy capaz de percibir el aire
inabarcable como el mar,
mar profundo y oscuro
que nos reclama hijos suyos
ese aire familiar, ese inquietante
y nuevo aire tan familiar, tan familiar
que da miedo


Pero esa manta nos abrigaba a los dos
y la atmósfera resultaba ser una órbita celeste
donde flotábamos desde los tiempos remotos
sin querer saberlo
allí, en esa casa perdida al lado del puente
en ese espacio y en ese tiempo tan distinto
tan desconocido
tan ajeno a los días previos
tan extraño para los días futuros
que ya no existe.
Se ha evaporado de pura certeza
se ha fulminado con una explosión de luz

Viene la ola...

¿la ves?




Imagen: G. COURBERT. La ola.1870. Escucha la canción. Con los ojos cerrados. Cierra los ojos, confía en mí, escucha la canción con los ojos cerrados... ¿puedes sentirlo?

09 diciembre 2007

al final

"Y cuando mordáis una manzana, decidle en vuestro corazón:
Tus semillas habitarán en mi cuerpo.
Y las yemas de tu mañana florecerán en mi corazón.
Y tu fragancia será mi aliento.
Y juntos gozaremos en las estaciones de la eternidad."
Gibrán Jalil Gibrán


Llevo la imagen impresa en mis venas. Si cierro los ojos, me llega el aroma inolvidable del pinar centenario, el silencio del bosque, la presencia invisible de la vida que bulle, el viento que acaricia y murmura, y la certeza, en el mar donde flota cada una de mis células, de que

la belleza me está aguardando...

al final de cada camino.




A veces, contra todo pronóstico, me siento terriblemente feliz.


Imagen: Pinar de Covaleda, en Soria. Oleo recién pintadito por mí.