21 agosto 2006

Los reyes magos vivían conmigo. Parte 2

perdón por la interrupción... Elser parecía acercarse...

¿y si ahora resulta que sí miente? ¿quien puede asegurarme que por alguna extraña e inexplicable razón haya necesitado inventarse este encuentro para hacer que la cámara llegara a mis manos?

No importa mucho ya.

El misterio, pese a todos nuestros empeños por controlarlo, siempre prevalece. Porque por eso es un misterio, por eso es tan desconocido, por eso es tan atractivo para nosotros.

Quizá los reyes magos existan.

Quizá exista una magia más presente que el cuento que nos contaron de niños, y esa magia sea actual, diaria, cotidiana. Quizá el misterio no esté allá, allá lejos, en un mundo infantil ahogado por el paso cruel de los años, sino aquí cerquita, a nuestro lado, sentándose con nosotros en nuestra mesa, y comiendo de nuestro plato. Quizá duerma con nosotros y nos arrulle con dulzura al amanecer, cuando los pájaros cantan de nuevo. Quizá sea tan de nosotros que no la creamos nuestra, que no la sepamos ver de tan adentro que está. Por eso quizá cuando se manifiesta buscamos explicaciones fuera, en el otro, en los otros, siempre allá, más allá, sin saber que esa magia nació de nosotros, fue de nuestro deseo, de nuestro intento de donde tomó vida y buscó el medio más accesible para materializarse.

¿Cómo sería mi mundo si reconociera constantemente, y no como un atisbo de lucidez pasajera, que lo que acontece hoy fue un proyecto en mí, ayer? ¿Sería capaz entonces, de ver esta magia que hoy veo, como parte de mí, igual que son mis ojos, mis manos o mis pies? ¿sería entonces capaz de proyectar mis anhelos, mis intentos, con la fuerza de saber que en algún lugar, ahí fuera, ya están siendo realidades?

Apostemos por ello, ¿por qué no?

Si esto fuera verdad,
si esto,
por un instante,
fuera verdad, convertiría el encuentro de los reyes magos en algo real, en algo que realmente pasó, en algún espacio-tiempo alternativo, en alguna vía no transitada habitualmente. Y lo que fue un deseo en mí, ahora es una propiedad.

Cuidemos, entonces, a los mensajeros, a los que están entre dos mundos, el conocido y el desconocido. Los que viven con nosotros, y comen de nuestro plato, y cuando se van de casa, entran en rutas que no están en los mapas, y nos traen regalos.

Y nos hacen suspicaces.

Cuidemos al mensajero, cuidemos el puente, cuidemos el camino.

Y cuidemos los regalos hechos de intento, los regalos que se hicieron de puro anhelo, de puro quererlos, porque vienen del misterio, de las rutas alternativas con las que, sólo en raras ocasiones, nos atrevemos a soñar.


Los reyes magos viven conmigo.

¿con quién vives tú?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ke mu bonica la camaraaa, decía.
ke preciosica como tú.un besoo

Paula dijo...

tú si que eres majo, madre

gracias por escribir. ESpero seguirte viendo por aquí