Era cuando era niña. Y sentía que podía hacerlo. Que podía conseguirlo. Y mi sueño de niña, mi pequeño sueño de niña pequeña me hacía impulsarme, proyectarme desde mí hacia lo mejor de mí. Mi sueño me hacía soñar, me daba mañanas, me daba el futuro, me hacía crecer.
Hasta que un día dejó de ser importante.
Sé en qué momento lo abandoné. Conozco las razones, los argumentos, y reconozco lo convencida que estaba.
Pero lo abandoné.
Lo abandoné, sí, liviana, sonriente, creyendo que nuevos sueños me esperarían en los recovecos del camino. Sueños más grandes, sueños más llamativos, sueños más trascendentes. Y así fue. O así me lo parecía.
Llegaron nuevos sueños, cada uno con su color. Algunos eran rojos, y me daban pasión, otros eran verdes, y me daban esperanza, otros negros, y cuando la pena era un pozo, los abandonaba también a ellos.
Llegaron sueños vacíos, llegaron sueños de otros, llegaron sueños disfrazados, sueños amargos. Llegaron sueños brillantes también, y la vida se iba haciendo.
Pero algunas noches, da igual si eran dos al año, o una vez a la semana, algunas noches, sin saber por qué, cuál era el motivo que seleccionaba esa noche y no otra cualquiera, sin saber por qué, el sueño plácido desaparecía, ese sueño íntimo de cada noche que viene y me abraza, volaba de mí y me despertaba, me despertaba con desazón, con las entrañas encogidas y la piel revuelta, a esas horas donde los argumentos no valen y sólo el corazón tiene autoridad, a esas horas donde no hay manera de mentirse y creérselo, a esas horas donde contemplar el cielo no consuela, el sueño volaba de mí, y me preguntaba mientras se escabullía si todavía recordaba mi primer sueño. Aquel sueño infantil que soñaba cuando era niña. Y volvía a enumerar las razones y los argumentos por los que lo dejé atras.
Pero ya no podía volver a dormir.
Creo que el sueño nos abandona cuando abandonamos nuestros sueños.
Y es entonces que mi sueño abandonado, sí, aquél que ignoré como si no valiera nada, aquel que rechacé por otros sueños más grandes, más llamativos, más trascendentes, mi sueño pequeño de cuando era pequeña, aquel que olvidé sin agradecerle el impulso, el ansia y el deseo joven, me acecha, me espía, espera cualquier instante, cualquier rendija, y se cuela por la única puerta que es de su propiedad. Y me quita el sueño. Noche tras noche, me niega su mundo. Su mundo de sueños.
Y a puro de noches sin dormir y de echarlo de menos,
lo he mirado de frente, y he hablado con él.
Y he visto sus ojos de sueño despechado, sus ojos rebosantes de mañana, llenos de esperanza intacta, esperando por mí. He hablado con él largo y tendido, mirándole fijamente, empapándome de su esencia antigua, de su esencia infantil.
Y mis ojos han vuelto a ser los suyos, ojos de sueño, ojos rebosantes de mañana, llenos de esperanza intacta, y le he pedido perdón. Y he llorado con él, con mi sueño abandonado, y me he dejado acurrucar en sus brazos de amante. Y he podido nuevamente volver a dormir, plácidamente, abrazada por mi sueño pequeño, que por fin recupera su sitio de sueño, su mundo de sueños. Y he vuelto a soñar.
Yo una vez tuve un sueño.
Creí en mí misma. Creí que podía hacerlo, que podía conseguirlo.
Y desde que mi sueño duerme conmigo, y me abraza, y me acurruca, vuelvo a creer que puedo hacerlo, que puedo conseguirlo.
Y mi sueño pequeño de niña pequeña, es mi sueño más brillante. Es mi primer sueño. El que me da descanso, el que me reconforta, el que me da fuerza para afrontar mi mañana.
Yo una vez tuve un sueño. Mi sueño pequeño de niña pequeña. Mi sueño de mí, mi sueño de soñar.
Yo una vez tuve un sueño.
Y gracias a él, todavía sigo soñando.
04 septiembre 2006
Yo una vez tuve un sueño
Publicado por Paula a las 9:00 p. m.
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10 comentarios:
Quizá te pasó como a la Rebeca de Hitchcock, cuando empezaba diciendo aquello de "anoche soñé que volvía a Manderley"...Soñar es un arma poderosa, tal vez la última que nos queda frente a las inclemencias.
Pues si, posiblemente soñar sea nuestra mejor defensa, y posiblemente también, nuestra mejor herramienta para atacar, aunque esto, a mi, personalmente, me cuesta un poco más creérmelo...
Excelente vaivén de sueños e insomnios.
Gracias Javier. Un gusto verte por aquí...
El sueño... ¿qué más da? Lo importante es saber si tú también tenías uno, y qué has hecho con él...
Gracias por tu visita, Carlos, y bienvenido
Hellooo!!!!!!!! ahora si que si!!!!!!! enhorabuena por el blog Pau!!! besotes!!
Ay María, aunque te escondas detrás del anónimo, te reconozco...
¡Gracias por venir, guapa!! La semana que viene te dedico una receta...
Y a ti, Tomás, muchas gracias por tu visita, un placer tenerte por aquí, y gracias también por tus palabras tan amables...
vuelve cuando quieras, eres bienvenido siempre...
Hoy he tenido un sueño,no recuerdo cual pero me hizo sentir bien.Fué tan profundo que necesité un buen rato para volver a la realidad.
Este sueño fue capaz de bloquear la soledad,la tristeza...mi cruda realidad.Deseé no regresar y quedarme para siempre en ese sueño el cual, sea cual sea,nunca podré hacer realidad.
Con un poco de suerte,quizás retome esta noche ese sueño donde lo dejé.Un abrazo.
Me parece una maravilla... gracias
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