08 septiembre 2006

Una espina clavada

Las espinas clavadas no salen así como así. Están ahí. Algunas veces te puedes olvidar de ellas, pero tarde o temprano, su herida lacerante vuelve a aparecer. No es que sangres todos los días, que va, es como un ligero picor, algo suave, pero continuo, que, de vez en cuando, molesta un pelín más. En realidad, se podría vivir con ellas, de hecho, vivimos con muchas, pero a veces una, en concreto, una, empieza a incordiar más de la cuenta, y te sorprendes a ti misma preguntándote ¿y si...?

Y la única manera de que una espina deje de fastidiar es sacándola. Eso, lo tengo claro.

Y aquí estoy, a mis treintaitantos, matriculada en la Universidad a distancia de la carrera de psicología.


Lo confieso: no sólo he descubierto un regustillo bien grato en esto de estudiar de nuevo, además, he retomado mi viejo gusto por las bibliotecas. Tanto conocimiento ahí, al alcance de una... Libros y libros, pilas de libros que no podré leer en todos los años que me queden de vida. Las bibliotecas me recuerdan todo lo que falta, me conectan con el tiempo, con su variable fluir. Me gustan porque se está en silencio. Y el tiempo se desliza despacito.


Y aunque me siente en una mesa sola, siempre puedo ver a otros que también se afanan por saber algo más.
A mí eso me da esperanza, la verdad
Y veo que no soy la única que doy un último repaso antes de examinarme...


Después, el trance, mezcla del cansancio, del agobio por no querer estar ahi, de toda la información que he incorporado en las últimas horas y de la que no he podido incorporar y de esa inevitable zozobra que me agita mientras me voy acercando al aula donde me examino. Es un momento curioso, que siempre recuerdo a cámara lenta. Miro a mi alrededor y me pregunto si yo era tan joven cuando era joven, cuando todavía quería cambiar el mundo a toda costa, y quería vivir la vida tan deprisa. Me pregunto si paso tan desapercibida como parece, y ese instante de transparencia en realidad, vuelve a conectarme con esa emoción profunda de satisfacción por estar sacando la espinita, por ver que un examen aprobado es un trocito menos hincándose en la piel.


Pero los exámenes, no dejan de ser exámenes. Y no todo lo que se estudia es interesante, y además de estudiar hay que trabajar, y hay que mantener una casa mínimamente en orden, y madrugar más de lo que me gustaría y dormir menos de lo que necesito. A veces conecto claramente con todos los argumentos por los que una vez ya dejé colgados estos estudios, que no otros y me pregunto si hace falta realmente saber manejar la regresión múltiple y todos los entresijos de la teoría freudiana para ser una buena psicóloga, además de las casi-infinitas secciones que tiene el tálamo. Claro, que cuando me matriculé la primera vez, con mis 18 recién cumplidos, yo pensaba que los psicólogos tenían que conocer mejor que nadie la naturaleza del ser humano, y ser capaces de empatizar y ponerse en la piel del otro, y además tenían que estar preocupados por su propio desarrollo como personas... y también creía que los médicos debían ser los primeros en dar ejemplo con las conductas de salud y los jueces ser justos. Aún hoy creo que debería ser así, la única diferencia es que ya no me extraña tanto comprobar una y otra vez que no sólo no es así, sino que encima, se me tacha de utópica. Pese a todo, he de decir que de vez en cuando aparecen asignaturas interesantes, y además, útiles, que te inyectan de nuevo entusiasmo y ganas de continuar. La gran maravilla es poder estudiar con todo un apoyo en la red que hace 18 años era inconcebible, además de tener compañeros virtuales que te hacen más ligero el camino.

Es extraña la vida a veces... Me gusta desplazarme de la ciudad del viento, me gusta la soledad que rodea las pruebas. Me gusta no hablar apenas con nadie, comer sola, pasar horas en la biblioteca de Calatayud y perderme por sus calles de casas inclinadas después para despejarme. Lo vivo casi como una iniciación. Como recoger un pedacito de mí que un día dí por perdido. O transitar una vía que tiempo atrás no quise ver a dónde me llevaba.

Y cuando termino, me retiro a la plaza vieja del pueblo, bien cerca del Mesón de la Dolores, a esa cafetería escondida entre los soportales donde ponen jazz. Me siento en la mesa del rincón, me pido un buen café

y me deleito sabiendo que queda menos para que la espinita esté fuera del todo.

14 comentarios:

El detective amaestrado dijo...

Que gran placer ese de las bibliotecas, cuanta razón tienes. Tu post de hoy me olía a pan de tahona recién sacado del horno, de tan delicioso que es...

Anónimo dijo...

Me he lanzado con fuerza y he conseguido sumergirme profundo en tu blog. Lo he devorado de cabo a rabo y no he conseguido saciarme. Tenías razón, me ha gustado mucho. Besicos. (¿Quién soy?)

gaia56 dijo...

eso no es una espinita... es buscar el deleite diario en los libros, en un rincón d ela bibloteca... yo al menos siento que lo sientes así.

Paula dijo...

Es cierto, Gaia, la mayoría de las veces disfruto mucho en las bibliotecas, para qué lo voy a negar...
Gracias por tu comentario, detective, veo que te ha llegado el olor de la tostada de la última foto y que la estás disfrutando...

y a ti, usuario anónimo, casi casi me atrevería a decir que tu nombre empieza por e... ¿a que sí? Ya sabes, por aquí ando, vuelve las veces que te apetezca...

Un abrazo a los tres

Cotu dijo...

yo siempre estudio en las bibliotecas de la UNEd la verdad es qeu me gustan mucho, aunque no lo hago ocn gusto

Paula dijo...

Cotu...

¿de veras que nada nada de lo que estudias te da gusto?

Gracias por tus palabras y bienvenido.

neoGurb dijo...

¿Psicología? Ufff... Lo siento, pero creo que tus amigos también me tacharían de utópico. Porque a mi edad sigo pensando esas cosas sobre los médicos, los jueces y los psicólogos. Aunque por lo que se adivina en tus palabras, tal vez tú sí...

Por lo demás, comparto contigo lo de las espinitas (la mía es muy parecida a la tuya, y de momento he renunciado a sacármela) y el placer por las bibliotecas y por aprender, siempre aprender.

Paula dijo...

Muchas gracias por la visita, y agradezco también no ser la única que piensa de manera utópica.

Yo renuncié muchos años a terminar la carrera, y en fin, aquí estoy. Aunque yo creo que lo más interesante es no dejar nunca de seguir aprendiendo. Hay tanto que aprender...

Javier López Clemente dijo...

Mis espinas clavadas nunca dejan de sangrar, no consiguo sacarlas, al final, siempre al final, vuelven a recordarme que una vez fui herido.

Paula dijo...

Muy bueno tu comentario, Javier. De hecho, hay espinas que es mejor que se queden, nos recuerdan nuestra humanidad, y nos hacen humildes ante nosotros, y ante los demás. Pero las que se pueden sacar... producen placer, te lo aseguro.

Un abrazo, y me alegra tenerte de nuevo por aquí

Anónimo dijo...

Creo que es la primera vez que escribo aquí. Y si lo hago es para decirte que en mi opinión (no autorizada) cualquiera con dos dedos de frente no sólo te aprobaría la carrera de psicología, sino que te daría Matrícula de Honor. Aquí hay psicología a raudales. Y no precisamente de la barata. Mucho ánimo y mucha suerte con los exámenes.

Paula dijo...

Danidevito, mil gracias, esto anima, y mucho, así que, estás autorizado a dar tu opinión, jaja...

Mil gracias por la visita. Es un placer recibir comentarios tan agradables.

Puedo decirte que este año he aprobado 55 créditos. Un curso completo son 60. Nada mal ¿verdad?

En fin, ya estoy enfocándome en siguiente...

Pacita dijo...

Querida: Creo que los Post 30 en adelante son las mejores etapas para estudiar sobretodo si ya puede tener la fuerza de mantener una casa en orden, trabajar y demases.
Yo espero poder seguir tus pasos màs adelante .
! Felicitaciones!

Anónimo dijo...

brutal.